lunes, 3 de junio de 2019

Vuestra locura es mi cordura


Vuestra locura es mi cordura

Manuel Cardona Ledesma, persónese en el despacho de la Dra. Suárez por favor se oyó por megafonía a eso del mediodía.
Lolo, como era conocido por todos en el Centro, se quedó petrificado y con la mirada clavada en la punta de sus zapatos. En su cabeza únicamente había sitio para la confusión. Para bien o para mal, en los 25 años que llevaba en la Residencia Siquiátrica Nuestra Señora del Milagro, no había vuelto a escuchar su nombre completo.
¿Quién es ese? chilló Demetrio.
Pos será alguno de los «batasblancas» que se la ido la chaveta rió Severino con gran alboroto, buscando la camaradería de sus compañeros que se unieron a sus carcajadas organizando una enorme algarabía que sacó a Lolo de su ausencia.
Soy yo gritó alto y claro mientras se iban ensordeciendo las risitas de fondo.
Tú eres el Lolo le increpó La Rosi.
Os repito que soy yo sentenció Lolo elevando aún más la voz y endureciendo el semblante.
Los compañeros no tardaron en acallar sus voces y mirarle con recelo.
Lolo se encaminó al despacho con paso inseguro. Le latían la sienes, le sudaban las manos, le temblaba el suelo.
La puerta estaba abierta y la doctora le hizo un gesto con la mano para que entrara.
Buenas tardes, Manuel, siéntate por favor.
Buenas tardes, doctora.
Manuel, este es el inspector Ramírez dijo la doctora Suárez mientras dirigía su mirada a la persona sentada a su izquierda y tiene que comunicarte algo importante.
Buenas tardes, señor Cardona. A ver cómo le explico. Verá… esto… usted está aquí por un error administrativo hizo una gran pausa esperando que Manuel se pronunciara e incluso que montara un numerito, pero se hizo el silencio total y Lolo no articuló palabra ni movimiento alguno. Se limitó a asentir y a escuchar lo que el señor Inspector había venido a decirle.
Por todo esto, la doctora Suárez y yo mismo hemos firmado el parte de alta y es usted libre de volver a su casa.
Lolo sintió una profunda tristeza. No comprendía lo que le estaban diciendo. No entendía porqué el señor inspector y la doctora Suárez le estaban diciendo que se podía ir a casa si él ya estaba en casa, pero como había aprendido a obedecer, se limitó a ir a su cuarto y meter sus pocas pertenencias en una bolsa tal y como le habían pedido que hiciera. Se sentó en la salita de la entrada a esperar que «su familia» viniera a recogerle para llevarle «a casa».
Llegaron su hermano Eduardo y su cuñada Pili, a los que por supuesto él no reconoció y como un autómata se metió en el coche.
Lo que ocurrió a partir de ese momento fue como una pesadilla para Lolo. Le recibieron muchas caras sonrientes con voces chillonas que le querían abrazar y besar. Le entró miedo. Intentaba apartar sus ojos de ellos mirando en derredor pero le cegaba la terrible luz que salía de todas partes; no encontraba los límites de esa habitación y se acribilló a preguntas dentro de su cabeza:
«¿Pero dónde me han traído? ¿Sería un castigo por gastarle aquella pequeña broma a mi amiga la Rosi? ¿Por qué me piden que sonría mientras me apuntan con un artefacto que se arriman a la cara? ¿Por qué me preguntan todos si me acuerdo de ellos? ¿Por qué tendría yo que conocerles si no les he visto en mi vida? ¿Por qué esas personas bajitas están en ropa interior saltando en un charco muy grande? ¿Por qué había cucarachas voladoras que silbaban? ¿Por qué colgaban hojas de lechuga de un montón de palitos que salían de unos tarugos gordos y altos que salían del suelo?»
Mientras hablaba consigo mismo (como hacía habitualmente) Lolo pensaba que tal vez los «batasblancas» se habían pasado con la dosis de su medicación en el desayuno y estaba sufriendo una especie de alucinación.
Le sentaron en una silla alrededor de una mesa llena de comida y le pidieron que les contara todo lo que había vivido en estos años pero Lolo no fue capaz de abrir la boca. Todos le miraban expectantes y con los ojos muy abiertos esperando una gran historia pero, al ver que no soltaba prenda, entendieron que igual le estaban apabullando y comprendieron que eran ellos los que le tenían que poner al día.
Cuando por fin apagaron las luces y la habitación parecía que empezaba a hacerse más pequeña y la gente bajita en ropa interior desapareció, Lolo empezó a relajarse.
A pesar del gran estupor que le acompañó durante todo el día empezó a tomar conciencia del momento y al darse cuenta de que la gente sentada a la mesa cuchicheaba todo el tiempo mientras le miraban de reojo, tuvo una repentina necesidad de hablar. Se puso en pie, carraspeó para llamar la atención del resto y susurró:
Por favor ¿sois tan amables de llevarme a casa?
-Fin-

M5stizaj5



M5stizaj5
5 quería salir de la monotonía de su Mun-número y aunque sabía que estaba prohibido acercarse a menos de 100 kilómetros de Mun-Letras, le podía la curiosidad. Creía tener claro en quién podía confiar para que no le delataran, aunque estaba dispuesto a emprender el camino en solitario antes de arriesgarse a que su familia perdiera el buen nombre que tenía desde hacía varios siglos, desde el XVII concretamente.
Él pertenecía a una prestigiosa familia de Logaritmos y a pesar de haber tenido una infancia feliz, sentía que una parte de él estaba aún por desarrollar y que lo que necesitaba no lo encontraría en su mundo. En sus mejores sueños se imaginaba rodeado de Letras y se sentía pleno; llegó a obsesionarse con la E; vio alguna un par de veces en un panfleto «prohibido» que consiguió de un conocido de su buen amigo 9, que militaba en el clandestino grupo de «Los Números Primos» y sintió una punzada en su pancita. Y cuando se enteró que en el idioma de Las Letras «Abecedario» E ocupaba el quinto lugar, ya no pudo quitarse de la cabeza la idea de conocerla.
Esa tarde tenía un ensayo para una nueva fórmula y allí se encontró con 9. Cuando terminaron la operación se fueron a charlar un rato.
Hola 5 de un tiempo a esta parte te noto un poco flojo ¿te ocurre algo?
No, estoy bien como siempre.
Venga, que ya nos conocemos…
Bueno… esto… es que no sé si contarte, es un tema delicado.
Sabes que puedes confiar en mí y además sospecho que tiene algo que ver con Mun-Letras ¿me equivoco?
A ti no puedo engañarte 9. Sí, quiero ir allí, es más, necesito hacerlo porque si no creo que voy a morir.
Eres un poco exagerado 5 ¿cómo vas a morir por no conocer algo que no has visto nunca? Sabes que está totalmente prohibido y si te pillan puede haber consecuencias funestas para ti y tu familia.
Lo sé, pero tengo que contarte algo dijo 5 arrimándose mucho al oído de 9 y bajando el tono de su voz todo lo que pudo: ¿recuerdas a 25, el amigo que me presentaste hace unos meses?
¡No me digas que te estás involucrando en los temas subversivos de Los Números Primos! ¡Son todos Impares! dijo 9 en un susurro. Están perseguidos por la Ley.
9 yo pienso como ellos. Hay otros mundos que debemos explorar. Podríamos hacer grandes cosas si nos mezclamos con Las Letras2 es Número Primo también y es Par puso 5 como ejemplo queriendo decir que siempre tiene que haber una primera vez y las cosas terminan por aceptarse. No quiero comprometerte, pero quisiera pedirte que me acompañes. Entendería que me dijeras que no aunque contigo o sin ti voy a emprender la aventura. Cuento con la ayuda de Los Números Ordinales que lo tienen todo super organizado.
¡Madre mía 5, estás jugando con fuego! dijo 9 con cara de preocupación. Pero para serte sincero yo tengo las mismas inquietudes y aunque me muero de miedo estaría dispuesto a unirme a tu viaje.
Partimos en 3 días dijo 5 sintiéndose como si estuviera a punto de encontrarse el mayor de los tesoros de su vida. Mañana quedamos en el patio trasero del cole a la hora de comer que están los pequeñajos de Los Negativos durmiendo la siesta y no habrá ningún Número Romano rondando por allí.
Pero ¿y qué diremos en casa? se quejó 9 con cierta preocupación en su voz.
Ese día tenemos la excursión al Museo de la Teoría de la Relatividad y al ver que no regresamos con los demás, simplemente creerán que nos hemos perdido y para cuando LGuardia de Los Números Reales quiera emprender la búsqueda ya estaremos muy lejos.
5 se quedó ensimismado mirando a la nada; en su cerebro sólo se repetía una frase: «por fin voy a conocer «La Divina Proporción«». Estaba a un paso de encontrase con La Letra más bonita del mundo: su soñada E.
5… 5… chilló 9 al oído de éste, a la vez que le zarandeaba.
Hasta mañana amigo 9.
5 se marchó con una tonta sonrisa pintada en su boca y dando saltitos como un pequeño gorrión.
Hasta mañana dijo 9 con el susto todavía dibujado en su rostro pero con una ilusión renovada por dentro.
Al día siguiente 5 y 9 se encontraron en el lugar convenido y concretaron los pormenores de su viaje.
A la entrada del Museo se escabulleron y emprendieron su aventura a través del Camino de la Geometría. Todo estaba calculado matemáticamente y en una semana llegarían a la frontera de Mun-Letras. El camino fue farragoso pero les acompañaba la ilusión de estar cumpliendo su sueño y de satisfacer unas convicciones muy férreas. Estaban cansados de la Dictadura de Las Cifras y necesitaban mezclarse con la Democracia de las Letras. Al sexto día descubrieron el lugar más bonito del Universo. Se encontraron con 0, 1, 2, 3, 4, 6, 7 y 8, que fueron llegando de avanzacilla en el transcurso de varios meses. Ellos les presentaron a cada una de las letras. Os podéis imaginar la cara de 5 cuando tuvo delante de sus ojos la arrolladora belleza de E, casi se desmaya. Ambos se enamoraron nada más verse.
E se dirigió a todos los que ahora habitaban en Mun-Letras y les dijo:
Creo que ya es hora de quitarnos el apellido. Ahora somos El Mundo y convivimos Letras, Números, Signos de Puntuación, Trazos, Colores, Símbolos, Notas Musicales… y podemos escribir todos juntos el libro de la Visibilidad, de la Igualdad y de la Tolerancia.
-Fin-

domingo, 2 de junio de 2019


Familia ¿Qué es familia?
Familia... Mi familia es «convencional» y se me presupone que tengo que quererles únicamente porque corre la misma sangre por nuestras venas. A mí la sangre sólo me parece un líquido rojo que circula por los vasos sanguíneos del cuerpo de las personas y animales, pero no da el cariño, la empatía, ni el amor.
Mi padre es un hijo de puta ¿por qué tengo que quererle entonces?
Cuando yo tenía 18 años «este señor» me echó de casa sólo porque viajaban al pueblo y yo quería quedarme con mis amigos y nuestros planes.
Y él sentenció:
㇐O vienes al pueblo o me das las llaves y te vas de esta casa para siempre . Y una que es muy digna ¿qué hice? Fui a mi cuarto, cogí las llaves y se las di sin mediar palabra. No sé qué cara puso el resto de mi familia porque no volví la mía. No pude. No era el momento de derrumbarse.
Sin ser muy consciente de la situación y sin pensar en las consecuencias, bajé a la calle y me dirigí a la parada del bus. En cuanto hube montado sí que me permití derrumbarme y comencé a llorar desconsoladamente.
Entonces me sobrevino el pánico. Sé que mi decisión era la acertada, pero traería consecuencias nefastas para el resto de mi vida.
Mi situación era realmente complicada porque no tenía dónde ir. Trabajaba desde los 16, pero mi sueldo era tan miserable como «mi señor padre».
Me iba a estallar la cabeza y mis ojos no aguantaban la presión de mis lágrimas. Debía tomar una decisión rápida pero nunca me había visto en un trance semejante y no tenía la menor idea de qué hacer.
Lo extraño es que no estaba acobardada; algo me decía que las iba a pasar putas, pero que saldría airosa y sobreviviría a todo. Esa seguridad, recientemente adquirida, hizo que comenzara a ver las cosas desde un prisma diferente y totalmente nuevo para mí. Y maduré de golpe hasta caerme del árbol genealógico y me convertí en mi única Familia.
Para salir del paso, me fui a la oficina en la que trabajaba. Era un negocio familiar de unos primos y tenía llave. Disponía de dos días para serenarme y decidir lo que iba a hacer con mi vida.
Hasta el domingo por la noche no me pregunté si realmente mi familia de sangre me estaría echando de menos. Había informado a mi madre de dónde estaba porque las Madres no tienen nada que ver con el resto de la familia. Sé que ella y mis hermanos me quieren y yo a ellos también, pero jamás me comprendieron y siempre cuestionaban todas mis acciones y decisiones. Pocas veces me sentí apoyada y respetada.
Durante los 6 primeros meses, mi periplo estuvo teñido por la fatalidad, la agonía y la desesperación. Mirara donde mirara todo estaba cubierto por un gran velo negro, incluso la imagen que me devolvía el espejo era en blanco y negro y, aunque reconozco que me encontraba sola y triste, también me sentía poderosa.
Mi primera parada fue en una pensión de mala muerte, en el centro de Madrid, donde sólo había prostitutas y cucarachas. Me parecía estar en una película de terror donde yo era la protagonista y el decorado era de cartón piedra, pero cuando abría los ojos, me daba de bruces con la mierda que me rodeaba y me hacía tan pequeñita…
Cuando a la segunda noche desperté sobresaltada con una «cuca» en el hombro, salí por patas.
La segunda parada fue en otra pensión un poco más habitable pero también más cara y mi presupuesto era muy precario, con lo que igualmente aguanté dos días.
Finalmente, mi mejor amiga me alojó en su casa hasta que encontrara una habitación. Aunque había un tremendo inconveniente: vivía en el portal de al lado de mi familia. Allí estuve 4 ó 5 días.
Y por fin encontré una habitación en un piso compartido, pero no sé qué fue peor. El piso consistía en una habitación con una cama y una silla. Sólo me dejaban entrar en el baño. Me moría de la pena. La casa era propiedad de una chica que ocupaba la otra habitación y donde había metido todos sus enseres, en fin, su cuarto era un oasis en mitad de un desierto, en el que sólo estaba mi habitación, un cactus sin vida, como en el fondo me sentía yo. Allí estuve un mes. He borrado muchas cosas de mi cabeza, pero lo esencial y el sentimiento que me embargaba, aún hoy, está a flor de piel. ¡Es desgarrador sentirse tan sola entre tanta gente!
En la segunda casa, conviví con una chica china (estafadora y mala persona) y un chico coreano (un amor). La casa estaba llena de mierda y me reencontré con mis amigas las «cucas». Tuve que estar recluida en mi habitación durante un interminable mes. Hasta tuve que comprarme un orinal ya que tenía que compartir el pasillo que me llevaba hasta el baño, con mis nuevas y asquerosas amigas negras y me moría del asco.
Mi tercer intento fue el definitivo; allí me relajé, conocí gente maravillosa, me divertí y empecé a construir nuevamente una vida.
Mis amigos siempre estaban ahí para darme apoyo moral. Ninguno trabajaba y no podían ayudarme económicamente, pero podía contar con ellos de manera incondicional, aunque sólo compartía con ellos lo imprescindible para no resultar una pobre desgraciada. Ellos me escuchaban, me respetaban y me decían que era una valiente, pero lo cierto es que me sentía realmente desamparada.
Poco a poco mi percepción de la situación empezó a cambiar y pensé que lo peor había pasado.
Entonces entendí que la Familia es la que te quiere como eres, la que no te juzga y la que te ayuda a crecer, y eso no lo hacía mi familia de sangre pero sí mis Amigos, y se convirtieron en mi Familia real, aunque no corra la misma sangre por nuestras venas.

Luces y sombras



Creo que he perdido la cabeza. No tengo ni idea de qué ha pasado, pero entré al Hospital siendo una persona y he salido siendo otra. No acabo de nacer ¡no me han podido cambiar por otra niña! Tengo 49 años y ya no tengo juanete en el pié izquierdo. Mi sensación desde que crucé el umbral del centro hospitalario era que yo ya no era yo.
Salí a fumar un cigarro por una puerta de emergencia que daba al exterior, y me quedé encerrada fuera durante 45 minutos. Nadie podía verme. Ahí fue donde debí empezar a trastornarme.
De vuelta a la habitación, el trastorno iba en aumento. Me sentía confusa. Estaba siendo una noche en blanco muy rara. Hacía mucho calor pero yo tenía mucho frío. ¡Qué locura!
Incapaz de dormir. Un rato en la cama, al otro en un sillón, que intenté meter en el baño pero no entraba. Después junté las camas, me levanté, paseé, me volví a echar, pero Morfeo no quería visitarme esa noche. Y la tele puesta… Las 4 de la mañana y seguía «sin pegar párpado con párpado».
Volví a separar las camas, me senté en el sillón y subí los pies al colchón, pero nada. Rodeada de mis cosas por toda la cama porque oí que podían entrar a robar, ya ves tú ¿qué me iban a robar a mí? pero me entró paranoia y me debí trastornar más todavía, si cabe.
A las 6 de la mañana ya no podía más y me metí en el baño para lavarme e intentar ponerme un camisón que tenía que atarme a la espalda. No sé cómo lo hice, pero estaba monísima, no se me veía el culo, como ocurre en todas las pelis ¡Sí que debía estar trastornada!.
Tenía los ojos como platos, la tele continuaba encendida… Y todo seguía bastante confuso.
A las 11:30 un celador vino a recogerme. Yo sentada en la cama sonriendo como una imbécil y a él le dio la risa. Me acuerdo que le dije que era del Atletic, y él me contestó que entonces estaba acostumbrada a sufrir ¡pero si a mí no me gusta el fútbol!
Vaya viaje por el hospital, si es que he estado en un hospital, porque aquello parecía una discoteca en Noche Vieja. Gente y más gente que me sonreía. Me crucé con una máquina de café y comenté que mataba por uno, pero nadie me dio nada y yo con la boca como una alpargata.
Llegamos a la zona de quirófanos y había más gente todavía. ¡Aquello era una fiesta!. Me hablaban y yo respondía, pero no recuerdo muy bien qué decía. Todo era muy divertido y la gente era muy amable. Yo conseguí relajarme. Me preguntaban cosas y yo contestaba pero no recuerdo el qué. Sólo quería un café y un cigarro. ¿Pero yo dónde he estado?
Alguien me dijo que hiciera la croqueta para pasar a otra camilla y rodé de tal manera que me preguntaron si había estado ensayando. Estaba ya tan trastornada que empecé a ponerme nerviosa. Me intentaron coger una vía y venga a darme tortas en la mano, pero la vena no daba la cara. Ahí ya debieron meterme algo raro porque yo ya no era dueña de mí. Me sentía totalmente colgada y feliz. Me echaron algo en la pierna muy frío y me daban espasmos pero no paraba de reírme. Debieron de tomarme por una loca.
Y ya no recuerdo nada más hasta que me desperté operada. Rodeada de más gente operada igual que yo, pero con mal aspecto. Yo estaba genial, sólo quería subir a la habitación. ¡Es como si me hubieran abducido los extraterrestres!.
No entiendo nada, he debido de ser la paciente un millón. Por fin decidieron subirme a la habitación y seguía la tele puesta… Me trajeron galletas y mantequilla, pero yo sólo tenía ojos para el café.
Ya en casa. Son las 20:00, tumbada en el sofá, con el pié en alto y con una sola idea en mi cabeza: plasmar en un folio en blanco lo acontecido en las últimas 24 horas, porque como haya sido una abducción, seguro que me han reprogramado para que se autodestruya toda la información de mi cabeza y quiero que quede constancia. Mañana será otro día y lo que no sé es quién seré yo. Son las 4 de la madrugada y pienso que mientras no duerma y desconecte un día con otro, no voy a desprenderme de este maldito trastorno. Así que voy a intentar dormir.
Son las 5. Mañana igual no me acuerdo de nada pero ya está escrito.
-Fin-

Vainilla, té y canela


Vainilla, té y canela


¡Qué paz al evocar mis pasos por la vieja y cálida casa del pueblo! Esos techos de palos de madera que casi tocaban las nubes. Porque mira que eran altos abuela, y llenos de murgaños, jajaja, ¿lo recuerdas? No era capaz de cruzar el quicio si antes no los hacías bajar. ¡Vaya miedosa que estaba hecha!.
Mis padres me reprendían pero tú te limitabas a respetar mis miedos. Dicen que los padres educan mientras los abuelos miman, pero en mi perdura más vuestro recuerdo que la presencia de mis padres.
Y hablando del abuelo, era tan gracioso sin pretenderlo que siempre que le recuerdo me sonrío por todo el día.
㇐Abuelo ¿ya has cenado?
㇐Sí, contestaba él.
㇐¿Y qué has cenado?
㇐Nada.
Sublime. De una sencillez arrolladora.
Nunca más, desde que se fue cuando yo tenía 13 años, he podido volver a ver a ninguna persona muerta, ni siquiera a tí. Supongo que necesitaba verle como realmente era y no como yo le conocí, siempre de color morado por sus problemas respiratorios y en forma de L por su escoliosis. ¡Y era tan guapo! Sonrosado y más tieso que un ajo, y con su eterno olor a caramelos Saci. Le echo de menos, se fue muy pronto.
Y tú estabas triste pero seguiste siendo la misma. La que bailaba entre los fogones. La que con un peine, agua fría y jabón de Heno de Pravia, lucías como una reina ante mis ojos. Tú me enseñaste que no hacen falta muchas cosas para amar y ser amada.
Ahora, envuelta en los aromas de mi infancia, rememoro los momentos más felices de mi vida, en el pueblo y siempre contigo mi preciosa güeli.
El olor del café de puchero y el calor del brasero eran mi mejor regalo cada noche.
Y durante el día, mi mayor divertimento era pasear a tu lado por el camino del arroyo y coger piedrecitas. ¡Cómo olía el campo cuajadito de amapolas! El aire sabía a vida y tu pelo a vainilla, té y canela.
¿Recuerdas la Singer? ¡Cuántas cosas bonitas nos hiciste! Creo que la casa se está cayendo, pero allí sigue tu máquina de coser, tal y como yo la recordaba. Mientras tú le dabas al pedal yo contemplaba el Lilo, al lado del pozo y a la sombra de la Higuera, que ya no está porque alguien se empeñó en cortarla y se llevó la sombra. Ya solo queda un árido solar, desprovisto de vida.
Largos años sin ti, pero cuando me pierdo, me hallo contigo en mi cocina, saboreándote hasta embriagar mi cuerpo. Nos contamos la vida mientras borbotea el puchero. Nos aspiramos hasta marearnos. Reímos tanto que me da hipo.
Mientras haya lumbre, un camino con piedras y un campo de amapolas, siempre permanecerás en mí con tu aroma a vainilla, té y canela.
-Fin-
«Con esta publicación gané un premio a la mejor crítica literaria»

Encontrarme

Encontrarme




Siempre he oído que viajando se aprende mucho, pero desde pequeña he sentido que el viaje primero tenía que ser emprendido hacia el propio conocimiento de mi misma.

Y es un viaje interminable que siempre está en itinerancia y creo que me iré de este mundo con el viaje inconcluso.

Soy insignificante al medirme con el Universo, pero a mi mundo interior aún no le he encontrado las fronteras.

-Fin-

«Me hizo la crítica Carmen Posadas durante un encuentro literario en un Bar en Madrid. Fue mi primera publicación y el hecho de que ella tuviera la amabilidad de leérselo y hacerme la crítica supuso un empujón muy importante para que siguiera escribiendo y publicando y, sobre todo, para que me formara, y le doy las gracias por ello».





Vuestra locura es mi cordura

Vuestra locura es mi cordura — Manuel Cardona Ledesma, persónese en el despacho de la Dra. Suárez por favor  — se oyó por megafonía a...